lunes, 26 de octubre de 2015

Será cuestión de veranos VII.


La señora me invitó a entrar a un cuartillo que estaba lleno de cajas y bolsas de basura. Estaba asustado y asombrado. 

¿Por qué me está esperando? ¿Tendrá algo que ver con Zaida?

-Espera aquí unos segundos, ahora vuelvo.- me dijo sonriendo-. Tranquilo.
-Está bien, pero...

No me dejó terminar la frase. Cruzó la puerta y volvió a la barra supongo que a seguir sirviendo cafés.

¡Joder! ¿Cuándo cojones piensa volver?

Como si hubiera escuchado mis pensamientos entró en el cuartillo y me indicó que me sentara en una de aquellas cajas vacías. 

-Sé quién eres, ella me lo contó y me dio algo para ti. No he querido abrirlo, toma.
-¿Esto es de Zaida? - pregunté entre asustado y feliz-. Dime que sí, por favor.
-Sí. Te dejo que lo leas tranquilamente.

¡Una carta de Zaida! No puedo ser más feliz...

Para Luca:
Esta carta es la que nunca quise escribir. La que nunca quise que tú leyeras pero sé que servirá para que comprendas lo que nos está ocurriendo. ¿Sabes? Las servilletas que te regalé durante veinte lunes tienen sentido, todo lo tiene. Apuesto a que te has dado cuenta de que el recorrido de un bar a otro forman un infinito. ¿O creías que era un ocho? En realidad no llega ni llegará nunca a ser un infinito porque le falta un punto, un sitio al que no quiero que vayas. He hecho todo lo posible para que no llegaras a visitar todos los locales. 

¿Te han guiñado el ojo muchas personas? 

¿Has entrado en un bar repleto de caras de mujer? 

Todo estaba planeado, cariño. Todo estaba organizado para que no me buscaras, porque jamás me vas a encontrar. Ni quiero que lo hagas.

No sé cuántas veces habrás vuelto al bar donde te encuentras en estos momentos. La mujer es adorable, le encargué la misión de hacerte sufrir lo mínimo. Supongo que te habrá saludado amablemente, que te habrá reconocido las veces que hayas vuelto. Yo se lo pedí. Sabía que este sitio te encantaría y que volverías cada vez que no vieras salida a este laberinto de mierda donde te he metido. No sé y nunca sabré si ella te ha entregado la carta harta de verte regresar sin mí o porque tú le has preguntado por mí. 

Sin embargo sé que habrás ido por las calles enseñando imágenes mías, que habrás llorado de rabia y que habrás sentido miedo. Yo también, cariño. Yo también.

Por suerte todo ha terminado. No tienes que seguir recorriendo bares, ni enseñando fotos, ni bebiendo cafés en locales raros. Raros como yo. ¡Hasta las despedidas las hago raras! Sé que algún día me entenderás, aunque también sé que difícilmente me perdonarás. 

Tienes que hacerme caso: deja de buscarme. Te quiero y siempre lo haré pero por el bien de ambos tienes que dejarlo ya. Vuelve a tu vida, a tus clases; conoce gente nueva y olvídate de mí, amor. 

Mereces alguien que te haga feliz, que esté siempre a tu lado. Yo no puedo. Ya no. Hazme caso por favor, cuando termines de leer mis palabras vete, quema la carta y con ella nuestros recuerdos. Puede ser muy peligroso que sigas recorriendo el casi-infinito y más aún que lo completes. No lo hagas por favor.

Te quiero y te querré, Zaida.

¡Pero qué mierda es esta! 

Leí diez veces más la carta esperando que las palabras hubiesen cambiado. Pero no. Lo que Zaida me escribió estaba muy claro: se ha ido para no volver. Y con ella también se ha ido gran parte de mí, por no decir todo mi ser. Ella creía que las personas teníamos cuerpo y alma, y yo solo soy cuerpo.

Cuando conseguí parar de llorar comencé a sentir rabia; salté encima de las bolsas de basura y tiré las cajas al suelo. El cuartillo parecía mejor así, ambos nos encontrábamos destrozados.

-Luca cariño, ¿estás bien? - me preguntó la señora.
-¡Sabe mi nombre! Usted lo sabía todo y me ha dejado ir de bar en bar como un gilipollas. Zaida le pidió que yo no sufriera, ¿lo entiende?
-Luca...Tú ibas a sufrir de todas las maneras. Zaida me encargó que sufrieras lo menos posible y aquí estamos. Ella quería que te diera la carta cuando tú me preguntaras por ella y yo te la he dado antes de que eso ocurriera. Te la he dado hoy, cuando he visto que tus ojos ya no tienen brillo. Y cuando he visto que ibas a tirar la toalla.
-¡Esto es una mierda! ¡Todo es una mierda!-grité-. Pero usted no tiene la culpa, perdóneme. No entiendo nada. He leído la carta, una y otra vez, y nada. No entiendo qué cosa tan grave puede ocurrir para que ella me deje de esta manera. ¡Zaida lo tenía todo planeado!


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